lunes, junio 01, 2009

DAVID LE BRETON: UN ARGONAUTA DEL CUERPO

por Carlos Trosman
Psicólogo Social. Corporalista
carlostrosman@gmail.com
Para la revista Campo Grupal de diciembre de 2008.


“El cuerpo es una realidad cambiable de una sociedad a otra: las imágenes que lo definen y que le dan sentido a su espesor invisible, los sistemas de conocimiento que intentan dilucidar su naturaleza, los ritos y los signos que lo ponen en escena socialmente, lo que puede llegar a hacer, las resistencias que le ofrece al mundo, son asombrosamente variados, incluso contradictorios para nuestra lógica aristotélica del tercero excluido, por la cual si algo se verifica, su contrario es imposible.” (D. Le Breton, “La Sociología del Cuerpo”).

En su búsqueda por comprender, clasificar y opinar acerca de la complejidad que llamamos cuerpo, la curiosidad antropológica de David Le Breton lo impulsa a escribir un libro tras otro (lleva escritos 21 y tiene 55 años) y a viajar permanentemente por el mundo dictando conferencias y seminarios, cual un moderno Ulises en busca de Ítaca, recorriendo lugares y culturas que abonen su investigación, sabiendo que jamás llegará a una definición unívoca del cuerpo, que cada puerto abrirá nuevos sentidos y que lo importante es el recorrido, la búsqueda que produce encuentros, y difundir su trabajo de indagación acerca de los múltiples sentidos del cuerpo y deconstrucción respecto de la concepción hegemónica que pretende ser universal y natural y reduce al cuerpo a una máquina biológica que poseemos y podemos mejorar. Oponiéndose a esto: “Por suerte estamos hechos de carne”, dice Le Breton.


“Porque tenemos la suerte de ser de carne”, me escribió en la dedicatoria de la edición mexicana de su libro “Adiós al Cuerpo”. Esa frase pinta su punto de vista en torno a la complejidad del objeto de su investigación, el cuerpo, y enuncia su ideología.
Conocí la obra de Le Breton leyendo la edición argentina de su libro “Antropología del Cuerpo y Modernidad”. Encontré gran cantidad de coincidencias en la orientación de su investigación con la que veníamos llevando a cabo un grupo de profesionales de lo corporal desde la revista “Kiné”. Allí escribimos junto a la Psicóloga Social Gabriela Marquis el artículo: “Cuerpo, nada de lo humano le es ajeno”, donde planteamos que el cuerpo es una construcción cultural y representa un límite o borde permeable entre el mundo interno y el mundo externo, además de un límite vital ante el envejecimiento y la muerte. Luego, en las Primeras Jornadas Latinoamericanas de Psicología Social en 1996, presentamos el Taller “La construcción cultural del cuerpo”, basado en esa publicación.
Desde los años 80, en la Escuela de Psicología Social intentábamos definir al sujeto como “bio-psico-social”, incluyendo de este modo la dimensión del cuerpo, y en otros ámbitos surgieron otras interpretaciones que lo definían como “bio-psico-social-espiritual”, agregando más elementos de discusión a la cuestión.
En el MoTrICS (Movimiento de Trabajadores Corporales para la Salud), agrupación que integré participando de las Comisiones Organizadoras desde 1994 a 2002, trabajamos en la investigación del cuerpo como un nuevo campo epistemológico sostenido por técnicas y prácticas que intentábamos que se mostraran y dialogaran para encontrar definiciones, coincidencias y diferencias.
Hacíamos permanente la invitación a otras ciencias y disciplinas, tejiendo una trama interdisciplinaria y transdisciplinaria para intentar abordajes múltiples que ayudaran a pensar y a jerarquizar nuestras prácticas corporales.
Ese trabajo arduo y extenso, con momentos de mucha gratificación y momentos de agotamiento (sostuvimos un Encuentro Anual desde 1993 a 2002, incluyendo un Primer Encuentro Latinoamericano en 2000), comenzó unos 10 años antes (en 1983) y continúa aún luego de la disolución de dicha Asociación.
La producción del MoTrICS incluía no solamente a los Encuentros Anuales, (donde coexistían Mesas Redondas, Talleres Vivenciales, Ponencias Reflexivas y números artísticos), sino también Grupos de Investigación, Talleres Mensuales (donde confluían 2 o 3 técnicas trabajando sobre un mismo tema), Ateneos Clínicos (se discutían casos de la clínica corporal desde un panel conformado por distintas disciplinas), trabajo en hospitales públicos desde el Área de Comunidad, y un Área de Publicaciones que editaba una revista para cada Encuentro y materiales de los Ateneos Clínicos y de los Grupos de Investigación. Aún no existía el IUNA (Instituto Universitario Nacional de Arte) y recién comenzaban a oficializarse las primeras carreras terciarias de técnicas corporales (aunque ya la Expresión Corporal había adquirido ese status). Tal trabajo continúa de múltiples modos, incluyendo al grupo “Movida”, heredero del Área de Comunidad que prosigue en Hospitales Públicos, y al “Diálogo entre Clínicas”, que llevan adelante Mónica Groisman y Liliana Singerman, inspirado en los Ateneos Clínicos del MoTrICS. “Kiné, la revista de lo corporal”, se ha instalado como el espacio de encuentro y reflexión específico de este campo, lo que ayuda a sostener una identidad, y se han ido multiplicando las obras de autores nacionales e internacionales sobre el tema “cuerpo”, tema que va ganando cada vez más espacio en los medios.
Desde esta perspectiva histórica, me encontré con la obra de Le Breton. En su libro “Antropología del cuerpo y modernidad” Le Breton plantea una contradicción básica entre las concepciones del cuerpo en la antigüedad y en la modernidad. Explica cómo las culturas antiguas, primitivas, aborígenes, tradicionales, precapitalistas, conciben al cuerpo como una expresión indisoluble del cosmos, (un universo de energía sumergido en un universo de energía postulan los chinos). El cuerpo como algo que uno es y al que le presta un rostro para diferenciarse de los demás, pero que incuestionablemente pertenece a la comunidad y al cosmos. Un cuerpo que no es un borde, sino una unión con el resto de la creación. En la modernidad “El cuerpo deja de hablar por el hombre cuyo rostro lleva: se establece la diferencia entre uno y otro.” (D. Le Breton, “Antropología del Cuerpo y Modernidad”). El cuerpo es separado del sujeto, de la vida. Se vuelve un objeto que se puede estudiar, diseccionar, y, con el tiempo, corregir y mejorar, como sugieren los sistemas de medicina modernos y el auge de las cirugías estéticas. En este libro plantea como un hito de esta concepción moderna del cuerpo al tratado “De Humani Corporis Fabrica” (La Fábrica del Cuerpo Humano) de Andreas Vesalio, aparecido en 1543. Tenía 700 páginas con 300 grabados de anatomía para los cuales contó, sin ninguna duda, con modelos… muertos. O sea cadáveres, seguramente de condenados a muerte. Sin embargo, Vesalio (o el artista que realizó los grabados, aparentemente un alumno de Tiziano) no pudo abstraerse completamente a la humanidad que supone un cuerpo, aunque esté diseccionado y muestre sus huesos: “los desollados de Vesalio toman las poses de los actores convencionales de la Commedia dell’arte.” (D. Le Breton, idem). Esta coexistencia de concepciones del cuerpo, la antigua donde el cuerpo está indisolublemente ligado a lo que somos (y siempre sugiere la presencia de una persona), y la moderna, donde ya el cuerpo no es parte de la naturaleza y de la comunidad, (sino que se transforma en un bien que poseemos, en una máquina que se puede escudriñar, reparar y mejorar y a pesar de cuyas imperfecciones existimos), también puede apreciarse en otros anatomistas como Albinus, quien trabajó durante 20 años, la mitad de ellos con la ayuda del artista Jan Wandelaar, para publicar sus dos obras “Tabulae Sceleti et Musculorum Corporis Humani” (Mapa del esqueleto y los músculos del cuerpo humano), publicada en 1747 y “Tabulae Ossium Humanorum” (Mapa de los huesos de los humanos), publicada en 1753 . Estas obras cuentan con finos grabados, que cuando retratan el esqueleto o el cuerpo completo, o una parte “importante” como el tórax, aparecen humanizados por paisajes de fondo o animales que se ven en segundo plano, y resaltan la actitud vital del esqueleto que aparece casi en movimiento, vivo.
“La medicina moderna nace de esta fractura ontológica y la imagen que se hace del cuerpo humano tiene su fuente en las representaciones anatómicas de estos cuerpos sin vida en los que el hombre no existe más.” (D. Le Breton, idem).
Es en esta fractura que se asienta el concepto capitalista de posesión, de patrimonio: “tenemos” un cuerpo que entonces es un bien de consumo, que puede permanecer “sano” (como un ideal inexistente e inalcanzable) y eterna y permanentemente joven y potente. Invertimos entonces tiempo y dinero en el Banco del Cuerpo Perfecto consumiendo medicinas prepagas, gimnasias de última generación, cosméticos “científicamente comprobados” para combatir las arrugas, comidas bajas calorías, cirugías estéticas y “cosméticas”, e inclusive transplantes de órganos. El cuerpo entonces es algo que depende del dinero: pagando puedes esculpir tu cara con los rasgos de los actores o actrices famosos, cambiarte la sangre una vez por año como se murmuraba de Mick Jagger entre los drogadictos del barrio, o fabricarte un clon (esto último es ilegal, les advierto) para ir transplantándote sus órganos a medida que envejezcas, sin tener problemas de compatibilidad. Es la cultura de la imagen. Ya no es importante ser fuerte para realizar un determinado trabajo y ser respetado en la comunidad, sino que ahora “haber recibido la gracia de los dioses” significa tener una imagen agradable acorde con los paradigmas del lugar y de la época, que pretenden ser universales, y que nos garantice el éxito social y económico. Y si no has recibido esa gracia, pues te la fabricas, como sugiere el “body building”, (construcción o edificación del cuerpo) que es como llaman los norteamericanos al físico culturismo.

En otro de sus libros: “La Sociología del Cuerpo”, Le Breton plantea fuertemente que el cuerpo es una construcción simbólica de ningún modo unívoca y advierte del peligro de la sociobiología que intenta explicar las conductas sociales a partir del cuerpo, siempre buscando los genes de la inferioridad social o de la delincuencia o de la drogadicción, intentando presentar el orden social como una consecuencia natural determinada por cuestiones orgánicas y genéticas. Argumento que Adolf Hitler utilizó con ganas para demostrar que pertenecían, él y sus secuaces, a una raza superior, y que “los inferiores” por ellos designados, podían ser exterminados sin remordimientos ya que no alcanzaban el status de humanos. “La anatomía es su destino. El cuerpo deja de estar moldeado por la historia personal del actor en una determinada sociedad: por el contrario, para el racista, las condiciones de existencia del hombre son los productos inalterables de su cuerpo.” (D. Le Breton, “La Sociología del Cuerpo”).
Esta concepción xenófoba del cuerpo, que pretende justificar las diferencias sociales desde determinaciones orgánicas, se manifiesta también en relación a los “discapacitados”: “…se habla de ‘discapacitado’, como si en su esencia de hombre estuviera el ser un ‘discapacitado’ más que el ‘tener’ una discapacidad.” (D. Le Breton, idem). Es así que en los diarios vemos noticias como: “un sordo salvó a un niño de ser arrollado”, o “un ciego devolvió una billetera repleta de dinero”. Su condición humana se ve subsumida a su discapacidad. “La alteración se transforma socialmente en estigma, la diferencia engendra el diferendo. El espejo del otro ya no sirve para iluminar el propio. A la inversa, su apariencia intolerable cuestiona por un momento la identidad propia al recordar la fragilidad de la condición humana, la precariedad inherente a toda vida.” (D. Le Breton, idem).
Los malabarismos del lenguaje para nombrar la condición de discapacidad y a los sujetos que la poseen, ya son un indicador de lo difícil de abordar que es esta diferencia. En los grupos de amigos, especialmente los que inician a partir de la adolescencia, quien usa muletas es “el Rengo”, quien tiene dificultades auditivas es “el Sordo”, está “el Mudo” y “el Tarta” (el tartamudo) y el que no ve es “el Ciego”, así, sin eufemismos. Del mismo modo que el pelirrojo es “el Colorado”, el flaco es “el Flaco”, el gordo es “el Gordo” y el de poca estatura “el Petiso” y así sucesivamente. Los rasgos particulares de su esquema corporal son parte de su identidad y de su inclusión en el grupo. No se los trata como “personas con capacidades especiales”, con las que uno debe esforzarse para incluirlos en el grupo, sino como a semejantes con características particulares, cosa que en mayor o menor medida nos pasa a todos, sin por eso pretender borrar las diferencias.
Es importante educar en estas diversidades del cuerpo, y en las diversidades de sentido que el cuerpo plantea. El cuerpo es una construcción simbólica y sus significados varían con cada individuo. “El cuerpo no existe en el estado natural, siempre está inserto en la trama del sentido,…” “…Por otra parte, el hecho de que el cuerpo sea una construcción simbólica aclara los mecanismos de eficacia simbólica sin tener que recurrir obligatoriamente al dualismo psyché-soma, como hace Claude Lévi-Strauss en un clásico artículo sobre el tema.” Se refiere al capítulo X, “La Eficacia Simbólica” del libro “Antropología Estructural” publicado en 1958. En este capítulo, Lévi-Strauss cuenta la experiencia de un chamán auxiliando a una parturienta de la etnia Cuna de Ecuador, a quien guía a través de un mito compartido por la comunidad, otorgándole sentido a los dolores de la mujer y llevando el parto a buen puerto.
Por eso, ante esa multiplicidad de sentidos, Le Breton expresa: “El cuerpo es una dirección en la investigación, no una realidad en sí.” (D. Le Breton, idem). El planteo sociológico de Le Breton apunta a que la realidad concreta del cuerpo no puede ser tomada como universal en cuanto a sus sentidos y significaciones, ya que ese intento de universalidad, propio de la modernidad, es el que sostiene en definitiva el discurso médico, donde el cuerpo es solamente algo biológico, como una máquina que debe ser mantenida, y, en lo posible mejorada, con medicamentos: pastillas para dormir, pastillas para estar despiertos, pastillas para el dolor, pastillas para la ansiedad, pastillas para la depresión, pastillas para sentirse bien, pastillas para ser feliz, pastillas para gozar sexualmente, pastillas para todo lo que este cuerpo así postulado me demande, bombardeándome con sus necesidades y distrayéndome de mi ocupación que es…bueno, vaya uno a saber qué es de lo que cada uno cree que se ocupa.

La pregunta por el cuerpo hoy, nos lleva a pensar en la coexistencia de diferentes concepciones del cuerpo, aún en un mismo individuo y en momentos sucesivos y aún simultáneos. “…el cuerpo es el lugar y el tiempo en el que el mundo se hace hombre inmerso en la singularidad de su historia personal, en un terreno social y cultural en el que abreva la simbólica de su relación con los demás y con el mundo”. (D. Le Breton, idem). Aparece lo singular como expresión de lo cultural, de lo colectivo, de lo social. Personas que confían en su traumatólogo hacen también consultas astrológicas y ante la inminencia de una cirugía muchos recurren a la acupuntura o combinan prácticas tan dispares como tomar pastillas diversas “por indicación médica” con terapias de cristales o piedras, y simultáneamente concurren a consultas psicológicas mientras toman Flores de Bach. Todo esto sin que las contradicciones implícitas entre estas prácticas le produzcan un conflicto de sentidos. Distintas concepciones del cuerpo coexisten y se yuxtaponen, cambian día a día formando una red intrincada de significados no siempre perennes, que se verán sujetos a redefinición de acuerdo a la eficacia que le otorguemos a las técnicas probadas como platillos en un restaurant. De algún modo, seguimos consumiendo “cuerpo” sin reflexionar en ello, y esa actitud nos consume.
Indagar e investigar sobre las concepciones del cuerpo, es un trabajo de dilucidación ideológica difícil, por estar el cuerpo humano naturalizado y lleno de obviedades aparentes en las que estamos inmersos. La obra del Dr. David Le Breton plantea “una dirección en la investigación” que permite otras miradas y una apropiación de nuestra existencia corporal que, en definitiva, sostiene nuestra condición humana.

TRAYECTORIA
David LE BRETON es profesor en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Ciencias Humanas Marc Bloch de Estrasburgo, Francia. Nacido en el país galo en 1953, es Doctor en 3º ciclo de Sociología (Dir. Jean Duvignaud), Universidad de Tours (1982), y Doctor de Estado en Sociología (Dir. Pierre Ansart), Universidad Paris 7-Jussieu (1988). Miembro del Instituto Universitario de Francia desde 2006.
Además de tesis, investigaciones y colaboraciones, ha escrito una importante cantidad de obras referidas a la sociología y la antropología del cuerpo humano.
En el CV que ha enviado figuran 21 libros, de los cuales enumeraremos sólo algunos:
- “Cuerpo y Sociedad. Ensayo de Sociología y de Antropología del Cuerpo”, Paris, Méridiens-Klincksieck, 1985 (agotado).
- Antropología del Cuerpo y Modernidad, Paris, PUF, Colección "Sociología de Hoy", 1990; (6º edición actualizada: 2003, colección Quadrige) (Traducción árabe, Beirut, 1993; traducción argentina, Buenos-Aires, 1995 ; traducción coreana en 2003 ; traducción rumana, 2003 ; traducción italiana, Milán, 2007)
- La Sociología del Cuerpo, Paris, colección "Que-sais-Je ?", PUF, 1992 (5º edición 2002) (traducción coreana, 1999 ; traducción española, Buenos-Aires, 2002 ; traducción brasileña, 2006 ; traducción italiana en proceso).
- Antropología del Dolor, Paris, Métailié, Colección: "Traversées", 1995 (3º edición 1999) (traducción española, Madrid, 1999 ; traducción en Alemania, 2003 ; traducción en proceso en Italia).
- El Silencio, Paris, Métailié, Colección « Traversées », 1997 (traducciones portuguesa, 1999; rumana, 2000; española, 2001).
- Las Pasiones Ordinarias. Antropología de las Emociones, Paris, Armand Colin, Colecctión « Chemins de traverse », 1998 (reedición en la Petite Bibliothèque Payot en 2004). (Traducción española, Buenos Aires, 1999 ; traducción en proceso en Brasil).
- Adiós al Cuerpo, Paris, Métailié, colección « Traversées », 1999 (traducción brasileña, 2003 ; traducción mexicana, 2007).
- Elogio de la Caminata, Paris, Métailié, 2000 (traducciones coreana, 2001 ; italiana, 2001 ; turca en 2004)
- Conductas de Riesgo. De los juegos de la muerte a los juegos de la vida, Paris, PUF, « Quadrige », 2002 (traducción en curso en Italia y en Brasil).
- La piel y la Marca. Sobre las heridas de la identidad, Paris, Métailié, 2003 (traducción italiana, 2004).
– El Sabor del Mundo. Una Antropología de los Sentidos, Paris, Métailié, 2006 (traducción italiana, Milan, 2007 ; traducción española, Buenos Aires, 2007).
– En sufrimiento. Adolescencia e ingreso en la vida, Paris, Métailié, 2007.

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