martes, mayo 05, 2009

SUBNOTAS

La Ficha

David Le Breton es doctor en Sociología formado en la Universidad de Tours, Francia, psicólogo –aunque nunca ejerció como tal– y profesor de la Universidad March Bloch de Estrasburgo. Autor de una veintena de libros, su preocupación ha sido siempre una sola: el cuerpo. Se ha ocupado del rostro, del dolor y el sufrimiento, de la gestualidad, de los sentidos, de las emociones y pasiones, acercándose a estos temas siempre desde una perspectiva antropológica, pues para él, como para toda una tradición francesa, no hay diferencia entre la antropología y la sociología. Con una herencia proveniente del interaccionismo simbólico así como también de la antropología cultural, Le Breton también se ha dedicado a investigar las conductas de riesgo de la juventud francesa. Cuando se le pregunta por qué las editoriales argentinas no se han interesado por publicar estas investigaciones, a diferencia de sus estudios acerca del cuerpo, contesta que encuentra este hecho “algo paradójico, teniendo en cuenta que se trata de una problemática que concierne a toda Latinoamérica” y cree que se debe a “razones políticas”. Además, Le Breton es autor de una novela policial –Mort sur la rute– y actualmente se encuentra trabajando sobre otra obra de ficción, así como también en un nuevo abordaje antropológico, esta vez sobre la voz. Prolífico autor –acaba de terminar un libro acerca de la diferencia entre el dolor y el sufrimiento-, Le Breton aprovechó su estadía en la Argentina para gestionar la publicación local de sus obras que aún no han sido traducidas al español. Aparentemente, algunas editoriales se habrían interesado en En souffrance. Adolescence et entrée dans la vie, una aproximación antropológica a las conductas de los jóvenes, y Des visages. Essai d’antropologie, un intento por comprender la construcción social y cultural del rostro. Sus libros son de interés académico en el mundo entero, pues fueron traducidos a las más disímiles lenguas, desde el portugués y el alemán, hasta el árabe, el rumano y el coreano. Sin embargo, él considera que no sólo el especialista sino cualquiera puede acercarse a su trabajo, pues para él “la antropología y la sociología no deberían estar reservadas a un pequeño grupo de científicos sino al alcance de todos para que cada cual pueda comprender y ayudar a mejorar el mundo”.

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Los imperativos contemporáneos

“Hay innombrables representaciones del cuerpo que son simultáneas en nuestro mundo actual y radicalmente diferentes”, sostiene Le Breton cuando se le pregunta cómo considera al cuerpo contemporáneo. “Hay millones de personas –subraya– que no se preocupan por su cuerpo, para quienes el cuerpo es una evidencia, que por supuesto arreglan, peinan, pero no más que eso. Pero también hay otra gran cantidad de hombres y mujeres que buscan acentuar su cuerpo, persiguiendo los estereotipos de lo femenino y lo masculino: mujeres que quieren volverse más mujeres y para eso hacen gimnasia, régimen, se practican cirugías estéticas, utilizan la cosmética. Hoy asistimos a una mundialización del modelo de mujer, un imperativo de juventud, belleza y seducción. Por el otro lado tenemos a los hombres que buscan acentuar la apariencia de virilidad y aquí tenemos el culto a los músculos, el bodybuilding y el fisicoculturismo, una voluntad de mostrarse como hombres fuertes, con una suerte de sobrecuerpo que los protege de la complejidad del mundo. Y finalmente tenemos el movimiento trans: para los transexuales la pertenencia al género masculino o femenino es una decisión personal; no importa cuál sea nuestro cuerpo, podemos decidir si queremos devenir hombres o mujeres a través de las operaciones, cirugías estéticas, los procedimientos hormonales. Entre los trans hay quienes rechazan la noción de género, para ellos sólo existe el individuo. Además hay un cierto número de científicos, especialmente norteamericanos, que consideran al cuerpo como algo superfluo, obsoleto, pasado de moda, del cual sería mejor desembarazarse. Esta tendencia toma dos grandes direcciones: por un lado, el cyborg y la voluntad de adjuntar a la carne una cantidad de piezas informáticas que darán lugar a una posthumanidad que espera la inmortalidad y la eterna juventud. Por el otro, están los que, a partir del desarrollo de la web y de la computación, tienen la sensación de que el cuerpo ya no importa y de que lo único que importa es la información que tenemos en nuestro cerebro. Entonces si pudiéramos trasladar esa información a una máquina nos convertiríamos en esa máquina y, por lo tanto, devendríamos eternos, puesto que la máquina es fácilmente reparable o reemplazable.

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Para romper con las evidencias

David Le Breton estuvo presente en la 35ª edición de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, donde presentó su libro El sabor del mundo. Una antropología de los sentidos (Nueva Visión, 2007). Con él estuvieron Carlos Trosman, docente en el campo de lo corporal y miembro fundador de la asociación Movimiento de Investigadores y Trabajadores Corporales para la Salud Argentina, y Elina Matoso, directora del Instituto de la Máscara y titular de la materia Teoría General del Movimiento de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, autora de El cuerpo, territorio de la imagen (Letra Viva, 2001) y El cuerpo, territorio escénico (Paidós, 1996). “Es importante una mirada como la del profesor Le Breton para no perdernos el sabor del mundo”, manifestó Trosman en su introducción a la obra del sociólogo francés. Mientras tanto, Matoso definió a Le Breton como un “hombre del laberinto a la búsqueda de los significados con los que se vive el mundo.” Pronto, el intelecto dio lugar a lo sensible y la lupa se puso sobre la piel, lugar de las cicatrices, heridas e inscripciones de la historia personal. El lenguaje se manifestó incapaz de revelar todos los aspectos de la percepción humana, considerada como otra forma de comunicación tan válida como la lengua. Hubo espacio para la poesía, porque el mundo para Le Breton es una “inmensa ficción”, construido por los sujetos en cada momento histórico. “No hay una realidad objetiva que podría ser descripta por los actores, el mundo se confunde con la percepción que tenemos de él”, explicó el teórico francés. “No somos ojos frente al mundo sino mirada, no somos orejas sino una escucha, no somos boca sino una gustación. Las percepciones sensoriales no son una ventana o espejo del mundo sino una actividad de interpretación por parte del actor, inserto en una trama social y cultural que su historia personal ha particularizado.” A partir de esta premisa teórica, empezaron a proliferar las historias y anécdotas: en una cultura lejana las personas ven muchos más colores que en Occidente; un ciego pudo por fin ver pero no mirar porque no había aprendido a ordenar el caos visual, como lo hacen los niños en los primeros años de vida; una sorda se suicidó al recobrar la audición porque para ella escuchar era sumergirse en un infierno de ruidos, pues desconocía el código mediante el cual el mundo sonoro cobra sentido. “El antropólogo debe romper con todas las evidencias en el mundo en que vivimos. Mostrar que a cada momento el mundo es una invención y que no hay nada más allá, no hay una realidad en sí misma a ser descifrada por la antropología. Más bien, la cultura es una inmensa ficción”, concluyó Le Breton.
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